LA CARNE NOS ENFERMA

La OMS (Organización Mundial de la Salud) afirma en sus estudios que el mundo desarrollado consume más del doble de los requerimientos diarios necesarios en proteínas. El problema es que ésta es mayoritariamente de fuente animal, por lo que genera enfermedades, hoy en día muy comunes en el mundo occidental debido a esta causa. Desayunamos, merendamos y cenamos carnes, o alguna fuente animal proteica, ya sea a modo de jamón de york, huevos, pavo, jamón serrano,… no tiene que ser un filete o cordero. Incluso hacemos dietas basadas en el consumo excesivo de este macronutriente, sobrecargando por ello nuestro organismo, produciendo en ocasiones daños incluso irreversibles. En la sociedad actual, el consumo de carne ha aumentado considerablemente gracias a una mayor accesibilidad y aumento del nivel adquisitivo. 

 

Las proteínas animales son moléculas grandes y complejas, con un gran número de enlaces peptídicos entre sus aminoácidos, por lo que son más difíciles de digerir, e implica para ello un gasto energético mayor. Durante ese proceso se generaran desechos tóxicos y acidificantes para el organismo, como el ácido úrico, presente en la sangre y orina, y básicos como la urea o el amoniaco. Por lo tanto cuando nos alimentamos de una proteína compleja como la animal, nuestro organismo tiene que gastar energía y recursos en romperla, para así obtener los aminoácidos necesarios para fabricar sus propias proteínas, y produciendo un montón de desechos tóxicos que deben de ser eliminados de nuestro organismo junto con el excedente de aminoácidos a través de los órganos de eliminación. Por ello cuando no se eliminan con eficiencia y tenemos acumulación de estos por un exceso de toma proteica en la dieta, generamos patología. 


Por otro lado al tomar proteína de fuentes animales como la carne, ingerimos también los desechos metabólicos de los tejidos del propio animal, que no fueron eliminados antes de ser sacrificado, así como otros tóxicos en las carnes provenientes de la ganadería intensiva, como los antibióticos, hormonas para el engorde, metales pesados procedentes de piensos, etcétera, que se suministran a los animales durante su vida. Todo esto genera gran cantidad de toxemia y efectos perjudiciales en el organismo que por un consumo excesivo puede dar lugar a patología. Muchos de los tóxicos están prohibidos pero, a veces, a pesar de los controles de calidad, se venden carnes adulteradas. Os recomiendo evitar la carne envasada y la que está en oferta ya que, normalmente, es de peor calidad. También las vísceras porque en ellas se suelen acumular los metales más pesados como, por ejemplo, el cadmio, que se encuentra en el pienso. 

Igualmente conviene evitar los derivados cárnicos porque para su elaboración se suele utilizar la carne más grasa, sangre, tendones y todo lo que no se suele vender normalmente. Además, contiene muchos aditivos. 


El problema es que cada vez la población mundial consume más carnes, no solo la roja, sino embutidos y cualquier cárnico, que son igualmente de relevancia a nivel de sobrecarga toxémica para el organismo.  En 50 años el consumo de carnes se ha doblado, y con ello también hemos visto multiplicarse exponencialmente las enfermedades crónicas que nos achacan hoy en día. Esto es un problema que lejos de ir a reducirse va a la alza. Se calcula que el consumo anual de carne seguirá aumentando en los próximos 10 años, gracias a los países emergentes. La tendencia esperada es un aumento del consumo mundial de carne a un ritmo del 1,6% anual en los próximos 10 años, según cifras de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

 

La proteína animal al consumirla en exceso, no solo la carne,  por la toxemia que produce, dará lugar a diversas patologías que paso a detallar. Pero una dieta demasiado rica en carne tiene unas repercusiones importantes en nuestro organismo por las sobrecarga que produce, y peor si sumamos los tóxicos sobreañadidos por la producción intensiva.


Enfermedad Renal
Una dieta alta en proteína animal sobrecarga el trabajo de los riñones, que deben expulsar el nitrógeno extra a través de la orina, por lo que terminará produciendo enfermedad, y afectando a este órgano. 
Los riñones se encargan de eliminar el ácido úrico generado por el consumo de carne, y pueden acabar saturados por una sobrecarga continua. Además, el exceso de ácido úrico puede provocar cálculos renales y gota
Con el tiempo y con el sobreesfuerzo su función de deteriora significativamente, llevando en casos extremos a insuficiencia renal.

 

Cáncer
Aunque la grasa es la sustancia dietética más frecuentemente considerada responsable de aumentar el riesgo del cáncer, la proteína también juega su papel. Las poblaciones que comen carne con regularidad poseen un riesgo superior de cáncer, y los investigadores creen que influyen tanto la grasa, como la proteína, los agentes cancerígenos naturales y la ausencia de fibra de la carne. 
Existe una relación directa entre comer carne y el cáncer de colon, ya sea por la cantidad de grasas o la baja cantidad de fibra. La ausencia de fibra hace más lento el tránsito intestinal, permitiendo que las sustancias tóxicas de la putrefacción de la carne estén más tiempo en contacto con la mucosa del colon, aumentando el riesgo de este tipo de cáncer. Al digerirse la carne dentro del intestino, se producen sustancias esteroides que son cancerígenas. Las personas que viven en las zonas donde existe una alta incidencia de carcinoma de colon, mama, útero y recto, tienden dietas ricas en cárnicos.
Las dietas ricas en grasas estimulas la producción de estrógenos, en particular de estradiol, altos niveles del cual se asocia al cáncer de mama.
Además tenemos la adición de químicos a la carne. Tan pronto como se mata un animal, su carne comienza a pudrirse, luego de algunos días, se torna de un color gris verdoso enfermizo. La industria disfraza este descoloramiento agregando nitritos, nitratos y otros preservativos para darle a la carne un color rojo brillante. Pero ahora algunas investigaciones han mostrado que muchos de estos preservativos son carcinogénicos, y lo que agrava el problema es la cantidad de químicos que se utilizan en la alimentación del ganado.


Diabetes

La principal conclusión de la extensa investigación  llevada a cabo por el Instituto Francés de la Salud (Inserm), que consistió en analizar los hábitos de vida de más de 66.000 mujeres durante 14 años, fue que la carne es el alimento que más aumenta el riesgo de diabetes. Tanto es así que, si se come en exceso (más de tres o cuatro veces por semana), la ingesta elevada de verduras y frutas no compensa el desequilibrio nutricional que provoca, generando a la larga la incapacidad del cuerpo para producir insulina y, por tanto, un aumento de la glucosa.
Las personas que comieron carne con una frecuencia semanal superior a la recomendada desarrollaron diabetes en un 56% más de casos que el grupo de personas que la consumieron en cantidades moderadas. Según el estudio, los efectos de la carne en lo que se refiere al desarrollo de la diabetes de tipo 2 fueron incluso superiores a los del azúcar, debido a que después de la digestión, la carne deja más residuos ácidos en el cuerpo que los alimentos azucarados.

 

Osteoporosis y Cálculos Renales
Las dietas ricas en proteína, especialmente proteína animal, acidificarán el organismo con la consecuente excreción de calcio por ello a través de la orina , provocando con ello la descalcificación de los huesos y osteoporosis. Un exceso de proteínas puede ocasionar un exceso de fósforo lo cual disminuye la absorción del calcio. Esta es una de las explicaciones a por qué hoy en día, pesar de tomar más leche y alimentos enriquecidos con calcio, la gente continúa sufriendo de problemas de descalcificación.


Enfermedades cardiovasculares
 Las proteínas animales, suelen ir acompañadas de grasas saturadas las cuales, en exceso, aumentan el colesterol. Por otro lado tenemos los estudios del  doctor alemán Lothar Wendt, que han demostrado que los aminoácidos se acumulan en las membranas basales de los capilares sanguíneos para ser utilizados rápidamente en caso de necesidad. Esto supone que cuando hay un exceso de proteínas en la dieta, los aminoácidos resultantes siguen acumulándose, llegando a dificultar el paso de nutrientes de la sangre a las células (microangiopatía). Estas investigaciones parecen abrir un amplio campo de posibilidades en el tratamiento a través de la alimentación de gran parte de las enfermedades cardiovasculares, que tan frecuentes se han vuelto en occidente desde que se generalizó el consumo indiscriminado de carne.


Hígado

El hígado, encargado de metabolizar la grasa y depurar toxinas, acaba sobrecargado con el aporte de grasa, colesterol, y tóxicos como el indol y el escatol, así como de las hormonas,, y otros tóxicos que contienen los animales.
Estas sobrecargas se asocian con alteraciones hormonales, del sistema nervioso, circulatorias y cardiovasculares. Si, además, optamos por la carne roja (ternera, cerdo, cordero, caballo, buey, liebre, perdiz, codorniz) y lácteos enteros, estaremos aumentando considerablemente las probabilidades de tener colesterol, diabetes, cáncer y problemas en el corazón.

 

Obesidad
El aporte de grasa saturadas y calorías de la proteína animal favorece la obesidad. Las grasas de la carne están saturadas de colesterol y triglicéridos, los que se depositan en el tejido adiposo subcutáneo (bajo la piel) y visceral (órganos), ésta da un tipo de obesidad tan dañina que se asocia directamente con potencial desarrollo de diabetes, infartos cardiacos, etc. Por otro lado, la sobrecarga hepática de tóxicos y productos de desecho, dejará en segundo plano la función de metabolización de grasas, primando la de la eliminación de tóxicos y depuración del organismo, por lo que no eliminará estas con eficacia y se acumularán.
Hormonas como el dietiletilestrol, al ser hormonas del crecimiento, fomentan la generación de grasa e impide bajar de peso. 


Cansancio y cefaleas
El exceso de proteína animal sobrecarga el organismo, especialmente el hígado y los riñones, que deben eliminar las sustancias de desecho como son el amoníaco, la urea o el ácido úrico. El exceso de amoníaco puede provocar cansancio, cefaleas y náuseas.


Acidificación y desmineralización
El exceso de proteína animal, si además no va acompañado del consumo abundante de frutas y verduras, produce en nuestro organismo un Ph demasiado ácido y ello favorece la desmineralización, ya que el cuerpo intenta compensar aportando reservas alcalinas o básicas (calcio, magnesio, potasio).


Flora intestinal
Alteran la flora intestinal y perjudican la benévola Bacillus acidophilus por la putrefactiva Bacillus coli, debido a su carencia en fibra y a la putrefacción que sufre en el intestino.


Aumentan la toxemia en sangre

Al carecer de fibra, aumentará la toxemia en sangre ya que por el mayor tiempo de exposición a la absorción en el intestino por la carencia de esta, unido a la presencia de putrefacción y mayor número de tóxicos, todos estos pasarán a sangre con facilidad.


Enfermedades articulares

Una vez el alimento absorbido en intestino delgado, pasa a la sangre y luego al hígado donde se detoxifica, pero como la carne está muy cargada de toxinas (ej.: purinas, ptomainas, cadaverinas, etc), el hígado no puede limpiarla completamente y el ácido úrico de la dieta pasa a la sangre, el cual que produce acidosis, fomentando problemas articulares.


Predisposición a infecciones
El consumo de grasas animales conlleva a una disminución de los niveles de linfocitos B y T, generando una inmunosupresión (baja las defensas), predisponiendo a padecer de más enfermedades infecciosas.


Aumenta ansiedad, depresión y adicciones
El estrés del sacrificio del animal, hace que se libere gran cantidad de adrenalina, neurotransmisor que en personas sanas provoca entre muchas cosas: hipertensión arterial, aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria, libera glucosa del hígado (diabetes),aumento de la secreción de ácido clorhídrico (gastritis), excita sistema nervioso central por lo cual la persona se siente más nerviosa, intranquila, con insomnio, más proclive al estrés, etc.

La carne aumenta la adrenalina y reduce la serotonina cerebral, lo que pone agresiva, irritable , ansiosa, angustiada y depresiva a la persona que basa su dieta en ella, aumentando su apetito y sus deseos adicttivos a lo que sea, segúun cada individuo (cigarrillo, alcohol, drogas, dulces,...).

© Nerea de la Torre

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